viernes, abril 25, 2008

Un país de tranco lento, Agustín Squella

Viernes 18 de Abril de 2008


En asuntos morales Chile se comporta de la misma manera en que jugamos al fútbol: lento y mal. Lento y mal, o sea, trotando en vez de correr, abusando del pase lateral, devolviendo la pelota al arquero ante cualquier emergencia o sacándola derechamente de la cancha, y sin clara conciencia de que el objetivo es el arco contrario y no dejar pasar los minutos para mantener como resultado deseable el cero a cero inicial. Con Bielsa -un extranjero- nuestro fútbol podría mejorar, aunque no es del caso importar talentos morales que sacudan la somnolencia de sectores conservadores que aún no logran asimilar la distinción entre derecho y moral, y entre ésta y religión, que cualquier alumno conoce desde el primer año de sus estudios jurídicos.

Andrés Bello, a quien esos sec-tores admiran hoy sin reservas, fue acusado por los conservadores de su tiempo de corromper a la juventud, sólo por haber publicado un artículo contra la censura de libros. Francisco Bilbao, a quien se trata hoy de rescatar de la maledicencia y el olvido, pagó con el exilio ideas liberales que fueron consideradas como una planta exótica, cuando no tóxica. A la canonización de Alberto Hurtado concurrieron algunos chilenos cuya filiación conservadora es idéntica a la de aquellos de sus antepasados que lo denostaron como cura rojo por sostener que la práctica de la caridad no puede reemplazar a la virtud de la justicia.

Los chilenos contraen hoy matrimonio civil, se hacen enterrar en cementerios laicos y registran nacimientos y defunciones en una repartición del Estado, pero hay que ver las tinieblas morales que se anunciaron cuando las leyes del caso fueron aprobadas. Tinieblas morales que volvieron a pronosticarse con motivo de la ley de divorcio, la misma que utilizan hoy personas de talante conservador que quieren certificar judicialmente la ruptura de su vínculo matrimonial y quedar en condiciones de volver a casarse. No pocas reticencias y demoras tuvo también la iniciativa de igualar los derechos de los hijos, así nacieran dentro o fuera del matrimonio. Y un gobernante católico -Frei Montalva- fue duramente criticado por adoptar hace 40 años políticas de planificación familiar que cualquier pareja aplica hoy rutinariamente.

Chile abolió la censura cinematográfica recién en 2002, merced a un fallo de la Corte Interamericana de Justicia que obligó al Estado a derogar la norma que en 1980 estableció la censura en el texto de la propia Constitución, la misma que negó todo recurso contra las decisiones de Pinochet de expulsar o relegar a disidentes de su gobierno, y la misma que los sectores conservadores concurrieron a aprobar con entusiasmo, hace 28 años, y que consiguieron mantener prácticamente intocada hasta 2005.

Queda el consuelo de que los sectores conservadores, aunque ganen a medias algunas esporádicas batallas, pierden finalmente la guerra, y que todo lo más que consiguen es parapetarse en uno que otro reducto institucional, para resistir, mientras puedan, el avance imparable de la libertad y la autonomía de hombres y mujeres que no admiten otro tutor moral que su propia conciencia.